Una pequeña gran lección de vida, Amor en minúscula





Cuando Samuel, un solitario profesor de lingüística, se despierta el día de Año Nuevo, está convencido de que el año que empieza solo le traerá verbos pasivos y no demasiados momentos en cursiva, hasta que un visitante inesperado se cuela en su apartamento de Barcelona y se niega a salir. La aparición de Mishima, un gato callejero, se convierte en el catalizador que hace viajar a Samuel desde la comodidad de sus libros favoritos, sus películas extranjeras y su música clásica hasta lugares en los que nunca ha estado (como la casa de al lado) y a conocer a gente que nunca pensaría haber conocido (un vecino con el que no había intercambiado ni una palabra). Pero aún hay más: el gato lo reencontrará de nuevo con una misteriosa mujer de su pasado, Gabriela, 
a quien no tenía esperanzas de volver a ver.

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Tuve el placer de conocer a Francesc Miralles un Sant Jordi mientras colaboraba con la editorial La Galera y es una de esas personas que enganchan desde el primer momento. Esta increíble personalidad traspasa las páginas de sus libros y, si abres el corazón y dejas que entre, esta magia no te abandonará jamás.

Miralles es uno de los escritores españoles con más éxito internacional y Amor en minúscula se ha traducido a más de veinte lenguas.

La de Samuel, el protagonista, es una historia muy cotidiana a la vez que extraordinaria. Un libro ligero y llano, sin pretensiones de trascendencia. Con un lenguaje romántico y poético, Miralles nos da las claves para reflexionar sobre nuestra vida y nuestra felicidad y nos anima a salir de la tan mencionada últimamente “zona de confort” donde la magia nos está esperando.

Una magia que encontramos en personajes como Titus o Valdemar, a quien no me importaría nada invitar a un café un día y charlar y charlar.

Tengo que reconocer que el personaje de Gabriela no me ha caído demasiado bien y que la historia de amor en sí no me ha acabado de atrapar. Creo que le faltaba un poco de contenido (por expresarlo de alguna manera).

Pero la esencia del mensaje es preciosa y me ha encantado: como un hecho casual, pequeño e insignificante puede cambiarlo todo cuando ya no lo esperabas. Eso sí, tenemos que tener la valentía necesaria para enfrentarnos a ello, para recibir lo que nos ofrece y correr riesgos. En resumen, una historia llena de sentimientos que, puede que a causa del momento personal que estaba viviendo cuando lo leí, me tocó mucho la fibra.

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