Escapadas :: Caminando por la Selva Negra




Otra de las cosas que más me gustan, además de los libros, es viajar, así que esta semana he decidido escribir una entrada algo diferente para explicaros una escapadita genial que nos montamos hace un par de semanas. Y he querido mencionar la frase de arriba, que me parece preciosa, porque tuvimos la oportunidad de perdernos un poco en los preciosos bosques de la Selva negra. 


Nos costó bastante hacer la planificación de esta salida ya que en principio el tiempo no nos tenía que acompañar demasiado y teníamos muchas dudas sobre qué sería mejor visitar. Primero pensamos en un par de ciudades, que en caso de lluvia siempre ofrecen más refugio (un museo por aquí, un café bonito por allá…), pero nosotros somos gente valiente y, como las cabras, decidimos tirar para el monte.

VIERNES

Después de unas tres horitas de coche llegamos a Triberg. En una escapada anterior ya nos había quedado la espinita de acercarnos hasta allí ya que no teníamos coche y en tren desde Estrasburgo salía un poco caro. Lo primero que hicimos, para aprovechar las horas de sol de la tarde de las que aún disponíamos, fue visitar las cascadas las cuales, según la página oficial de la ciudad son las más altas de Alemania (163 metros de caída). En algunos blogs de viajes lo desmienten, aun así, no deja de ser un lugar precioso e impresionante que os recomiendo si tenéis la oportunidad de visitarlo. 

Como ya habíamos leído en Internet, lo mejor es dejar el coche en el segundo parking de los tres que hay. El primero queda demasiado lejos y tendréis que caminar mucho hasta la entrada. El de arriba del todo está muy bien, pero desde ahí la excursión se alarga bastante ya que para disfrutar bien del salto de agua se tiene que bajar la montaña, siguiendo el recorrido del río Gutach, y luego volver a subir. Tiene que ser una excursión muy chula si se tiene tiempo y buenas piernas. Nosotros optamos por la opción más “cómoda”, pero no menos bonita. Después de un descenso muy bien acondicionado de unos 10 minutos (o 30 si sois como yo y os paráis a fotografiar cada piedra y cada hoja del camino) encontraréis un mirador desde donde se puede disfrutar de una de las cascadas. 




Un poco de relax

Vista del mirador


El emplazamiento se puede visitar todo el año hasta las 22:00 (hora en la que se apaga la iluminación) por 3,5 €, pero, aunque nosotros pringamos como tontos, a partir de las 17 horas ya no se paga.

Después tiramos hacia el pueblo, el cual no es especialmente bonito, aunque tiene el atractivo de acoger dos de los relojes de cuco más grandes del mundo. Nosotros ya llegamos tarde y no los pudimos visitar por dentro, pero si tenéis la ocasión no se tiene que desperdiciar. 


El primer reloj de cuco más grande del mundo

El nuevo reloj más grande del mundo


SÁBADO

Hicimos kilómetros para aburrir. Primero visitamos un pueblecito llamado Biberach que no tiene nada especial, pero que nos pareció muy bonito desde la carretera así que decidimos pararnos a pasear un poco y a hacer un poco el tonto por la ribera del río. 







Después paramos en Gengenbach, éste sí uno de los pueblos más bonitos de la región de la Selva negra. Por la mañana pillamos mercado y por la tarde una feria de vinos, así que disfrutamos de un gran ambiente durante todo el día. El pueblo está a medio camino entre Friburgo y Karlsruhe, dos de las ciudades más importantes de la zona y muy cerca de la principal ruta que lleva hasta Estrasburgo.
Pasear por sus calles es como estar perdido en medio de un cuento de los hermanos Grimm, con las típicas construcciones de madera y todas las ventanas engalanadas con flores de colores vivísimos. 

El día, contra todo pronóstico, fue espectacular, con un sol de justicia que nos acompañó durante toda la subida a uno de los montes de la ciudad (que vimos de lejos y acabamos encontrando un poco por casualidad, después de dar más vueltas que una noria). El camino es una maravilla y puedes ir subiendo entre las parras hasta llegar a una capilla, desde donde hay una vista maravillosa. 




Día de mercado



Una tierra de vinos

Pues si que es largo...


Vistas de Gengenbach desde la Ermita





Después de comer, en un momento de locura, decidimos conducir unos 80 kilómetros y cruzar la frontera con Francia hasta Colmar. Y suerte, porque es uno de los pueblos más bonitos donde he estado nunca. La verdad es que fue todo muy improvisado y no podría hacer un top ten de lo más importante para visitar, nosotros nos limitamos a caminar por el centro histórico y pasear un ratito. Lo que sí que no nos queríamos perder por nada del mundo era la zona de los canales, La petit Venice que le llaman. A esas horas del día ya estábamos todos con las baterías de cámaras y móviles agonizando, así que no pudimos hacer muchas fotos, pero nos llevamos un montón de recuerdos y de imágenes mentales preciosas, ¡que tampoco está mal!







DOMINGO

La suerte nos abandonó. Nos despertamos en un día gris y no paró de llover en todo el rato. Así que nuestra visita a Baden-Baden, la ciudad balneario por excelencia en Alemania, quedó un poco empañada. Como no teníamos bañador y, sinceramente, el presupuesto tampoco daba para pasar un día de wellness, nos dedicamos a pasear hasta que nos hartamos de la lluvia y nos pusimos en marcha de vuelta a Frankfurt y a la rutina. 






Nos costó no quitarnos los zapatos para meter los pies en el agua calentita


Siento haberme enrollado más que una persiana, pero fue un viaje que me gustó muchísimo y tenía muchas ganas de compartirlo. Pero ya corto.

¡Que acabéis de pasar una bonita semana!

Comentarios

Entradas populares